No entiendo la consultoria

Eduardo Manchón toca un tema en este artículo que muchas veces he pensado pero que nunca había puesto por escrito: no entiendo la consultoría.

En realidad sí la entiendo. Y de primera mano: he sido consultor durante muchos años. Ya no lo soy. Y no creo que vuelva a serlo a tiempo completo (pero nunca digas nunca).

Entiendo el razonamiento de la consultoría: te traes a alguien que sabe mucho de un sector y te cuenta lo que hacen otros en el sector. Si te va bien siguiendo su consejo, perfecto: les pagas la tarifa y asumes el éxito como propio. Si te va mal, es parecido: les pagas la tarifa y luego les echas la culpa ante tus jefes o quien toque (normalmente no públicamente).

Como los gobiernos o los estados, las consultoras siempre cobran (impuestos) y si algo sale mal, el problema es que no has gastado lo suficiente o que no les has hecho caso adecuadamente. Es un negocio keynesiano.

No desaparecerán, sin embargo. Y no desaparecerán porque sobran directivos y faltan empresarios. Me explico. La mayoría de empresas que contratan consultoría son grandes empresas, empresas cotizadas, esas que no son de nadie. El directivo de turno necesita un chivo expiatorio, o tiene que gastar un presupuesto o, caso más habitual, no sabe hacer su trabajo. Entonces se contrata una consultora bien para hacer un proyecto que no tiene sentido hacer, bien para hacer un trabajo que deberías hacer internamente.

Un empresario, en cambio, se juega su propio patrimonio. No va a contratar cosas que no tenga sentido contratar. O si lo hace, lo hará una vez. Pero no será engañado dos veces.

Trabajé en consultoría mientras en mi día a día me lo pasé bien. Y aprendí mucho. Pero nunca llegué a entender de verdad por qué alguien pagaba por nuestros servicios.