Palacio de la memoria
Estoy leyendo Deep Work, de Cal Newport, traducido como Trabajo profundo, que por algún motivo me suena peor. Voy aproximadamente por la mitad pero ya estoy encontrando cosas que puedo hacer para que el día me cunda más.
Hace reflexiones sobre la atención, el foco en lo que se hace y, sobre todo, da consejos que son aplicables en el día a día. Para hacer trabajo que valga la pena hay que estar concentrado en la tarea y trabajar en ella sin distracciones. Existen excepciones, gente cuyo trabajo es precisamente estar distraido, pero son eso: excepciones. A pesar de que el mejor trabajo se hace concentrado la mayoría de oficinas están diseñadas para justo lo contrario, con espacios abiertos que favorecen la colaboración. Eso es horrible, y lo comenta en el libro. Despachos individuales con zonas comunes es mejor (pero más caro); los denostados cubículos yo los probé durante seis meses y me encantaron. No son estéticos, pero permiten que uno se centre. Es un motivo por el cual yo particularmente desde casa trabajo mejor.
Pero aún así, hay distracciones, y da algunos trucos que me parecen bastante realistas. Concentrarse en una tarea es difícil si no se tiene hábito. Hay que bloquear no tiempo para trabajar sino tiempo para distraerse, lo normal debería ser estar concentrado, que es mucho más productivo. Como eso no es dar a un botón y ya está, hay técnicas para motivarse; la que más me ha gustado es la de medir los indicadores adelantados en vez de los retrasados. Por ejemplo, si uno quiere adelgazar, puestos a medir algo es mejor medir la cantidad de deporte que se hace o de comida que se come que el propio peso; cuando medimos el peso y no hemos adelgazado ya no hay nada que hacer. Plantearse objetivos hace más fácil alcanzarlos.
No solo es estar concentrado en una tarea sin distracciones sino que el grado de concentración sea mayor. Al parecer las personas que tienen más memoria tienen más capacidad de concentración. Una consecuencia de entrenar la memoria es el aumento de foco en aquello que hagamos. Y propone un reto: memorizar el orden de una baraja de cartas desordenada. Y una técnica, que aunque no la llama así, yo la conocía ya por la técnica de los palacios de la memoria.
La técnica consiste en asociar cosas a lugares que conozcamos muy bien como nuestra casa, nuestra oficina o nuestra ciudad. Y luego, en el caso de las cartas, hay que asociar también los números a cosas. A Ramón Campayo en alguna entrevista también le he oído decir lo mismo. Por ejemplo, si el 10 de picas es la primera y el número 10 lo tenemos asociado a un león podríamos imaginar al león con una lanza (una pica) entrando por la puerta de nuestra casa, que es la entrada al palacio. Así iríamos construyendo una historia muy visual en nuestra cabeza. Funciona porque somos mucho mejores recordando esa clase de escenas que recordando cuestiones abstractas.
Personalmente no he utilizado nunca esa técnica de manera consciente. Igual lo pruebo y me grabo haciéndolo. Vi a un amigo mío memorizar un folio lleno de números escritos en bloques de cuatro dígitos; lo hizo en unos dos minutos. Está lejos de los récords mundiales pero es algo que impresiona.
Acabaré el libro, me está gustando.